Una de las vertientes culturales más interesantes de la conquista de México fue sin duda la invasión de formas y estilos europeos que ayudó a descubrir el Renacimiento a los pintores indígenas. Tras la Conquista y el consiguiente proceso de evangelización nace un arte nuevo, fruto del mestizaje de las tradiciones y las formas. Los templos indígenas son destruidos y en su lugar se construyen iglesias y conventos, cuyos muros, cubiertos de frescos, ilustran distintos pasajes de las Escrituras. Entremezclando el tiempo y los espacios, el arte colonial fusiona la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento y las mitologías mexicanas. Al cubrir los muros de las iglesias y de los monasterios, construidos por los franciscanos, dominicos y agustinos, creencias, estilos y periodos se confunden bajo los pinceles, aportando una mirada nueva al arte occidental.