Aguirre, Francisco de. Talavera de la Reina (Toledo), c. 1500 – La Serena (Chile), c. 1581. Conquistador, encomendero, alcalde y gobernador de Tucumán.
Hijo del contador Hernando de la Rúa y de Constanza de Meneses, propietarios en Valverde y en Talavera de la Reina, adquirió una regular instrucción en su ciudad natal, se alistó muy joven en las tropas imperiales y participó en las guerras en Italia.
Estuvo en Pavía, en febrero de 1525, y en el saqueo de Roma, en mayo de 1527, con una compañía a su mando defendió de la soldadesca a un convento de religiosas. El mismo año 1527 retornó a Talavera de la Reina, donde contrajo matrimonio con su prima María de Torres y Meneses.
Las noticias de la conquista del imperio inca por Francisco Pizarro, llegadas a España a mediados de 1533, impulsaron a Aguirre a incorporarse a la aventura americana. Dejó a su esposa y a sus hijos en Talavera, y “con razonable casa de escuderos y muchos arreos y armas y algunos criados y amigos” —su hermano Diego de Torres y cinco personas más, según su pase a Indias fechado el 23 de octubre de 1536— se dirigió a Madre de Dios, en Castilla de Oro (Panamá). Desde allí viajó al Perú, donde llegó en 1537. No consta su participación en las luchas entre Pizarro y Almagro, aunque se sabe que en 1538, después de la muerte de este último, se incorporó a un refuerzo que marchó de Lima a Cuzco y de allí a Cochabamba en socorro de Gonzalo Pizarro, que estaba sufriendo los ataques de los indígenas.
En 1539 fue nombrado teniente de gobernador de Charcas, para sustituir al capitán Diego de Rojas, que había iniciado una expedición al Gran Chaco, la región de los indios chiriguanos. Después de haber ejercido sus funciones durante casi un año, Aguirre recibió un llamado de Rojas y decidió partir en su auxilio. En obedecimiento de sus órdenes, Aguirre retrocedió a la región de los chichas, al oeste de Tarija, para buscar un lugar que sirviera de campamento a los soldados, que venían “muy faltos de comida”. Pero se produjo el desbande de ellos, y mientras algunos se iban a La Plata o Chuquisaca, otros optaron por seguir a Pedro de Valdivia, que a fines de enero de 1540 había iniciado la conquista de Chile. Aguirre determinó reunirse con éste, para lo cual cruzó, con veinticinco soldados, la cordillera de los Andes y lo esperó en Atacama la Grande (San Pedro de Atacama). Valdivia llegó a principios de junio y permaneció allí dos meses para preparar el cruce del desierto, tiempo en el cual sufrieron las hostilidades de los aborígenes, que tenían su refugio en el pucará de Quítor, en “un cerro agrio y muy alto”. Valdivia despachó a Aguirre con treinta soldados a ocuparlo. “Llegados al fuerte —narra el cronista Jerónimo de Vivar—, acometieron como españoles que eran a una pared y la derribaron, y Francisco de Aguirre saltó por la pared con su caballo. Pues, viendo los españoles a su capitán dentro, cobraron más ánimo y apretaron a los indios de tal manera que los desbarataron […]” El arrojo del conquistador y su preferencia por actuar con reducidos grupos de soldados le dieron muy pronto sobrada fama.
Tras iniciar el 15 de agosto de 1540 el cruce del despoblado de Atacama, la hueste entró a mediados de septiembre al valle de Copayapo (Copiapó) o de la Posesión, como lo bautizó Valdivia, y permaneció allí tres meses. Continuó hacia Huasco, Coquimbo y Chile (Aconcagua), donde experimentó la resistencia de los naturales.