En el texto “Sin embargo me muevo”, de ecos galileanos, y que pertenece a uno de sus ocho libros postumos, El corazón amarillo (Editorial Losada, Buenos Aires, 1974), Pablo Neruda escribe después de sostener un diálogo con el médico especialista en urología: “Tal vez no había salvación/ para mis dientes averiados,/ uno por uno se extraviaron los pelos de mi cabellera:/ mejor era no discutir sobre mi tráquea cavernosa:/ en cuanto al cauce coronario/ estaba lleno de advertencias/ como el hígado tenebroso/ que no servía de escudo/ o este riñón conspirativo./ Y con mi próstata melancólica y los caprichos de mi uretra/ me conducían sin apuro/ a un analítico final”. El poeta observa los ojos del facultativo, así decía mi padre, como queriendo descubrir algo de luz en su mirada, y el especialista observa los ojos del poeta y no sabe qué decir, ya todo fue dicho. Sólo después de aquella escena, Neruda vuelve sobre los pasos de “Sin embargo me muevo”, y escribe: “Desde entonces no estoy seguro/ de si yo debo obedecer/ a su decreto de morirme/ o si debo sentirme bien/ como mi cuerpo me aconseja.// Y en esta duda yo no sé/ si dedicarme a meditar/ o alimentarme de claveles”.
Rústica. 1a edición. 110 pp. Excelentes condiciones