Al morir, Violette Ailhud dejó un sobre que no podía ser abierto sino hasta el verano de 1952 por la mayor de sus descendientes mujeres que tuviese entre 15 y 30 años. En su interior, Yvelyne, de 24 años, encontró el texto que da vida a este hermoso relato, escrito en clave de novela testimonio.

El hombre semen relata, desde la voz de su protagonista, la historia de las mujeres del pueblo de Volx que, en 1852, perdió a todos sus habitantes masculinos, muertos en combate al levantarse en armas contra Napoleón III. Luego de dos años, aparece un hombre en el pueblo, tensionando el pacto que las mujeres habían realizado, consistente en compartir el primer hombre que apareciera y asegurar nuevos hijos/as para el pueblo. “Habíamos previsto todo ante la venida de un hombre. Nuestro primer objetivo era su semen, luego su fuerza de trabajo y, por último, su presencia, nunca su amor.” Eran esos los fundamentos del pacto realizado.

Sin sentimentalismos ni lugares comunes, en un relato corto, con un ritmo pausado y un lenguaje de enorme belleza, la autora relata las sensaciones que pueden generar una situación tan particular como aquella, mientras realiza reflexiones que desafían los modelos hegemónicos que pesan sobre las mujeres, más aun si situamos el relato en su contexto, escrito en 1919, a sus 84 años.

“Mi padre siempre tenía ideas diferentes. Para él, la revolución de 1789 no dio el debido lugar a la mujer. Pensaba que los hombres malos que confiscaron el mandato, como Saint-Just, se habían aprovechado de la traición de María Antonieta para desacreditar a las mujeres, halagando el sentimiento de miedo de muchos hombres y marginando de esta manera a una mitad de la humanidad”, reflexiones como éstas desafían los constructos hegemónicos, no quizás hechas desde el hoy, pero si desde una o dos generaciones posteriores a uno de los eventos que definen ideológicamente nuestras sociedades occidentales.